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Quisiera hacer una aportación con algo de autocrítica hacia el llamado mundillo alternativo, un mundillo al que me siento pertenecer desde hace tiempo, pero creo que bien nos vendrá tomar un poco de distancia y mirarnos con desapego, dejando de tomarnos tan en serio a nosotros mismos.
Dar una vuelta por una de las ferias más importantes del sector que se celebra anualmente en Madrid me ha permitido encontrar a viejos conocidos y también descubrir nuevas tendencias que me llenan de alegría, mas observo sin embargo que para algunos la salud y la ecología se han convertido en un curro como otro cualquiera, les va bien en cuanto a ganarse la vida y eso es todo, no les veo vibrar con la consciencia de que lo que hacen tiene sentido. Otros siguen en su rol de eternos cursillistas para aprender cosas nuevas, un hobby que les hace sentirse especiales, pero de confrontarse consigo mismos nada de nada, continúan haciendo turismo terapéutico-espiritual, pero sin profundizar en ellos mismos.

Por otro lado, parece ser que en este mundillo “alternativo” todo vale si es que vende, y nadie distingue lo valioso de lo simplemente bonito por su envoltorio. Esto es así por la sencilla razón de que no tienen criterio con que medirlo, nunca tuvieron el menor atisbo de su ser ni un instante de luz en el que dijeran ”¡esto es! ¡esto es lo que andaba buscando!”. Así que andan perdidos en una interminable oferta de palabras agradables, músicas celestiales, técnicas maravillosas para abrir chakras, alimentos sanos y –por supuesto- tan caros que no nos los podemos permitir el común de los mortales, etc… Sobra decir que los verdaderos maestros y los seres comprometidos con la Verdad andan muy lejos de este circuito, salvo honrosas excepciones de gente muy capaz que sabe muy bien lo que hace, que también los hay y normalmente acaban convertidos en objetos de márketing.

Observo que el mundillo alternativo (¿alternativo a qué?) tiene dos caras diferentes: una es la que se muestra al potencial cliente o consumidor de sus productos o servicios, dispuesto a pasar por taquilla: un mundo idílico de constante bienestar en donde cada uno se muestra a sí mismo como un producto a comprar o un modelo a seguir; la otra cara es la realidad de su vida que a menudo contrasta con lo que vende, y la indiferencia, cuando no desdén, que muestran hacia quien no está en su línea o perciben como potencial competidor. Si asumimos que “lo alternativo” es una opción diferente a la vida convencional, al teatro social en que vivimos, donde cada cual interpreta cientos de roles según la imagen que se ha fabricado de sí mismo, en seguida caeremos en la cuenta que el mal llamado mundo espiritual es otro teatro diferente donde cada cual realiza su papel hasta el punto que llega a creérselo e identificarse con ello, tanto más cuanto los demás se lo refuerzan: salimos de la mentira social convencional para caer en otra más sutil y espiritualoide de la que es todavía más difícil escapar, ya que los engaños se han vuelto más sofisticados y los egos mucho más astutos.

Parece como si a nadie se le hubiese ocurrido nunca detenerse por un momento y recorrer la infinitesimal distancia que le separa de sí mismo, o tal vez sí se le ocurrió a alguien -¿quién sabe?- pero quizá no tuvo tiempo de hacerlo ocupado como estaba en cientos de asuntos más importantes que conocerse.
Así las cosas a veces me pregunto ¿qué hago aquí? ¿Seré otro más en la lista de aspirantes a “liante mayor del reino”? Aparte de pasarlo bien haciendo lo que hago, entiendo que hay una demanda profunda en los que se acercan a este mundillo, buscan algo pero sin poder definir bien qué, a veces la solución a un problema concreto encubre una búsqueda existencial más profunda, otras veces buscan algo tan sencillo como un amigo que los escuche, los quiera, los valore y los comprenda.

Para finalizar esta aportación, intuyo que en el fondo de este laberinto del mundo alternativo (antes llamado “nueva era”) yace escondida una gran verdad: la verdad de quiénes somos, la Verdad que los grandes maestros conocen y enseñan, pero este es un camino al cual cada uno debe acercarse por sí mismo, no nos vale que otro nos lo de resuelto ni lo haga por nosotros. Afine cada uno la luz de su consciencia para discriminar la chispa de verdad que los maestros encarnan entre tanta confusión con que los liantes se enriquecen.

Salud y buen camino.